Historia: Un paseo por la historia de Valencia del Ventoso

Hablar de la historia de Valencia del Ventoso implica retroceder varios milenios en el tiempo. Y es que las tierras que hoy ocupan su término municipal atesoran en su seno vestigios que nos hablan de una fértil evolución histórica. Celtas, romanos, visigodos o musulmanes fueron algunos de los grupos humanos que poblaron la zona a lo largo de los siglos.
Sus orígenes se remontan a la Prehistoria. Las primeras referencias que atestiguan la presencia de personas en el entorno de la actual localidad son los menhires descubiertos en las riberas del Ardila, los cuales hacen suponer que por aquel entonces existían ya asentamientos estables en el territorio.
De las etapas del Bronce, el período orientalizable y la Edad de Hierro existe un enorme vacío. Ahora bien, diversos hallazgos realizados en16 varias prospecciones arqueológicas en lugares cercanos, así como la bibliografía existente sobre materiales encontrados en la zona, hacen presuponer la presencia de asentamientos prerromanos. De hecho, existe la creencia de que algunos pueblos celtas habitaron en el entorno, ubicándose tanto en la Sierra de San Pedro y el Castrejón como en diferentes lugares estratégicos del valle del Ardila. Un claro ejemplo lo representa el más famoso de los restos arqueológicos hallados en la zona, “El Guerrero de Medina de las Torres», una figura de bronce macizo fechada a finales del siglo VII o comienzos del siglo VI a. C, la cual se conserva en el Museo Británico de Londres.

Los antecedentes de lo que hoy es Valencia del Ventoso se remontan hasta la época romana. Los numerosos restos de posibles villas localizados en su término municipal -siendo el lugar más significativo en ese sentido el “Cañuelo”-, el hallazgo de una piedra cuadrangular al norte de su circunscripción, en Los Altos de Solaparra, con la leyenda “Términus Augustalis Finis Emeritensium” o la aparición de diversas lapidas con inscripciones romanas en el entorno de la localidad, dan fe de la presencia de esta civilización en la zona e invitan a creer que Valencia constituiría el límite de la provincia Emérita Augusta en aquel momento.
Igualmente, existen algunos testimonios materiales de la época visigoda, como una lápida sepulcral del año 553 d.C hallada en las afueras de la población.
Menos referencias se han encontrado, sin embargo, que atestigüen la presencia de asentamientos durante el periodo de dominación musulmana, aunque la toponimia de origen árabe en algunos lugares cercanos, además del hallazgo de un conjunto de monedas de la época, parecen confirmar la hipótesis de que los musulmanes se establecieron también en la zona.
Según la tradición, la población que hoy se conoce como Valencia del Ventoso se asentó originariamente en un terreno distinto del actual, concretamente sobre un paraje denominado «El Cañuelo», además de ocupar otros espacios próximos regados por el arroyo Ventoso. Ahora bien, las continuas inundaciones del riachuelo y la insalubridad del lugar provocaron su traslado hasta el emplazamiento en el que hoy se encuentra, recibiendo desde entonces varios nombres -Valencia del Bercial, del Barrial o de Alba Real- hasta adoptar definitivamente el topónimo actual en las postrimerías del siglo XIX.
Durante el siglo XIII -hacia 1236-, tras ser reconquistada la plaza ante el avance de los reinos cristianos, Valencia pasó a pertenecer a la Orden del Temple, incorporándose con ello al Bayliato de Jerez de los Caballeros. A ellos se les atribuye, tradicionalmente, la edificación de una fortificación para la protección del territorio, además de la construcción del castillo del Cañaveral, situado a unos 4 kilómetros del pueblo, y donde, según diversos historiadores, nació Juan Beltrán de Guevara, arzobispo de Salerno y obispo de Badajoz, cuya partida de bautismo se conserva en la iglesia parroquial de Valencia del Ventoso.

En 1312, a consecuencia de la disolución de la Orden por el Concilio de Vienne, Fernando IV otorgó el señorío de la villa a D. Gonzalo Gómez de Caldelas, quien lo legó, en 1327, a su hijo Gómez González de Caldelas. Sin embargo, éste apenas lo mantuvo hasta 1370, año en el que se lo cedió a la Orden de Santiago a cambio de recibir el hábito de dicha orden y una renta vitalicia. A partir de entonces, Valencia quedó bajo jurisdicción santiaguista, convirtiéndose en una de sus encomiendas más rentables. A finales del siglo XV, por orden del comendador Rodrigo de Cárdenas, comenzó la construcción de una Casa Fuerte -un castillo medieval militar del subtipo “Casa de Encomienda”- sobre las ruinas de la antigua fortificación templaria, siendo concluida por D. Pedro Venegas de Figueroa en tiempos de Felipe II, en la década de 1580, tal y como reza la inscripción que se conserva en su fachada principal.

A finales del siglo XVIII la villa –título que había recibido en 1609- fue donada por el rey Carlos IV, como posesión de Señorío, a su favorito y primer ministro Manuel Godoy y Álvarez de Faria, con motivo del nombramiento de éste como Príncipe de la Paz. Sin embargo, Valencia recuperó muy pronto su condición de lugar exento, gracias a la supresión de los señoríos y los corregimientos en 1811 por las Cortes de Cádiz, que establecieron en cada ayuntamiento alcaldes, regidores y procuradores síndicos elegidos por la población, cuyo presidente era designado como jefe político de la localidad. Tras la caída del Antiguo Régimen, Valencia del Ventoso, entonces conocido también como Valencia del Barrial –así lo recoge Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico Estadístico Histórico-, se instituyó como municipio constitucional en la región de Extremadura, quedando integrado en el partido judicial de Fuente de Cantos por el Real Decreto de 21 de abril de 1834.
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